Buscar este blog

viernes, 12 de enero de 2018

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) “Mi patria es mi hijo y mi biblioteca”. Roberto Bolaño.



Con esta, demorada, entrega pongo punto final a estas columnas. El motivo es muy sencillo: con casi cinco meses de radicación, ya no soy, ni me siento, un recién llegado. Seguiré colaborando con el Blog de Juanjo con notas y crónicas en la medida que la dinámica así lo indique.
Salvo la primera entrega, que fue escrita desde una emoción en carne viva, la idea de este espacio fue señalar –en forma caricaturesca- las diferencias que puede encontrar un uruguayo viviendo en Buenos Aires respecto al “paisito”. Diferencias que, en definitiva, por anecdóticas terminan demostrando lo cercanos y parecidos que somos. Lo escribí en una entrega anterior: para un extranjero, especialmente para un gringo, argentinos y uruguayos resultamos absolutamente indistinguibles. Y también, estoy convencido que hay más similitudes culturales entre un porteño (o un bonaerense) y un montevideano, que entre el mismo porteño y un chaqueño o un formoseño.
Plantearse la “argentinidad” o la “uruguayez”, es plantearse si existen las identidades nacionales. O sea: si una persona, por haber nacido en determinado pedazo de tierra, posee o cuenta con determinadas señas de identidad que la hacen diferente a su vecino que nació en el pedazo de tierra a 20 kilómetros de distancia, pero justo quedaba del otro lado de la frontera. El pedazo de tierra podría estar a 20 metros en el caso de algunos lugares (pienso en el Chuy y Rivera) o a 100 kilómetros.
No creo que se precise ser antropólogo para llegar a la conclusión que las identidades nacionales no son características naturales, ni genéticas, con las que nace una persona por haber nacido en un territorio llamado Uruguay, Argentina, Bolivia, Chile, o Malawi. No hay características predeterminadas que determinen la identidad nacional. No conozco, hasta ahora, bebés que salgan del vientre materno con el termo y el mate abajo del brazo.
Las identidades nacionales están basadas en tipos ideales y estereotipos, que buscaban afirmar el sentido de pertenencia al Estado-Nación como forma de justificar, y diferenciarse del vecino. En Europa esa construcción lleva más de 500 años, e implicó, entre otras cosas, la expulsión de comunidades determinadas en algunos países (los judíos en España, Portugal y Polonia); mientras que en América Latina es un proceso que lleva unos 150 años, desde la independencia de las viejas colonias. Así, se intenta uniformizar a la población fronteras adentro, poniendo un un énfasis en las diferencias con los vecinos, y se minimizan las muchas similitudes existentes.
Esta construcción de la identidad nacional, que es simbólica, mistifica determinadas cualidades supuestamente inherentes al “ser nacional” y al pedazo de tierra que se ocupa.
No quiero que se me malinterprete. Yo amo Uruguay y me siento profundamente uruguayo. Así como amo a Rocha y me sigo sintiendo profundamente rochense.
Pero tomando la cita de Bolaño, lo que he descubierto (o más bien reafirmado en estos meses), es que no preciso estar en Rocha para sentirme y ser rochense. Siempre será el lugar donde nací, me crie, me eduqué, viví los primeros amores –en general fugaces, tímidos y no correspondidos- adolescentes, las primeras aventuras y borracheras con amigos, y es el lugar al que busqué volver durante mucho tiempo. Es el lugar donde aún tengo gran parte de mis afectos (familia, amigos, de toda la vida y los nuevos que hice en mi “segunda” etapa rochense), con el que sueño, me ilusiono, y me interesa saber que sucede: me alegro con sus logros y éxitos, y me entristecen las malas noticias.
Por eso puedo decir que traigo a Rocha conmigo. Está presente en las personas, en mi memoria, en mi discurso, y en mi escritura. Exactamente lo mismo puedo decir de Montevideo, y del “paisito”. Son parte indisoluble de mi identidad por todo el magma acumulado a lo largo de los años.
Y a medida que pasan los días y semanas, también Buenos Aires se me está metiendo en la piel. Se está haciendo parte de mi identidad, así como Rocha, Valizas, Montevideo, Trinidad, La Paloma y La Pedrera son parte de la persona que soy ahora; porque también acá he conocido gente, forjado nuevas e insospechadas amistades y lazos afectivos. También sueño y me proyecto en esta inmensa, descomunal, caótica y seductora ciudad, que me ha recibido con los brazos abiertos, siendo un perfecto desconocido. En esta ciudad que me ha sacudido una suerte de modorra, especialmente artística, en la que me había sumido el confort de Rocha.
Incluso, retomando el tema de la tierra y las fronteras que con esmero inventamos, me ha recibido siendo nada más que todo un extranjero, y nada menos que un integrante de la especie Humana.
Por eso, puedo afirmar que, yo... uruguayo, sin lugar a dudas, pero también un poco argentino, absolutamente sudamericano y latinoamericano, bastante iberoamericano, y decididamente cosmopolita.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Cataluña: entre lo Jurídico y lo Político. Por Rodrigo Tisnés



En julio de 2012, cuando los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay resolvieron suspender temporalmente a Paraguay como miembro pleno del MERCOSUR (posibilitando así el ingreso de Venezuela), el por entonces presidente José Mujica argumentó la decisión diciendo que a veces “lo político estaba por sobre lo jurídico”.
El razonamiento, por supuesto, generó polémica, especialmente entre quienes sostienen que en un Estado de Derecho, las razones y lógicas políticas no pueden primar ni estar por sobre las acciones ajustadas a derecho. Tanto es así que, el año pasado, en ocasión del traspaso de la presidencia pro-témpore del Mercosur, el gobierno uruguayo –aun siendo del mismo partido político- sostuvo el argumento contrario, para defender su decisión de pasar ese mando a Venezuela.
En realidad, ambas posiciones están equivocadas. Parten de una idea de preeminencia de una lógica sobre la otra; cuando, en realidad, ambas coexisten. En general esa coexistencia se da en forma más o menos armónica, pero hay ocasiones en que ambas coliden y entran en tensión. Es el caso por ejemplo de normas declaradas inconstitucionales. Además de problemas de técnica legislativa que puedan existir en algunas de ellas, también es resultado de la tensión entre disposiciones normativas establecidas en la Constitución, y la voluntad del cuerpo legislativo de sancionar normas, que más allá de lo normativo, expresan una voluntad o señal política en determinado sentido.
Pero no son los únicos casos que existen.
Retomando el ejemplo inicial: la destitución de Fernando Lugo fue un acto político en el que integrantes de una alianza que había llevado al gobierno al entonces presidente, la rompieron, se aliaron con otros socios, y dejaron en minoría al bloque del Presidente. La nueva mayoría tenía los votos más que suficientes para destituirlo, y aprovechó una situación coyuntural para hacerlo. No fue un golpe de Estado, dado que es un mecanismo previsto constitucionalmente. Pero tampoco se puede decir que fue un “juicio”: no resiste el menor análisis en materia de las garantías ofrecidas al acusado para su legítima defensa, ni en la imparcialidad del cuerpo que resolvió el tema, ni en los plazos brindados. La confusión está en utilizar la denominación “juicio” para un acto eminentemente de carácter político, dado que es resuelto por un cuerpo político, en el que, pese a que existen argumentos que se quieren vestir con ropaje jurídico, en realidad se manejan argumentos políticos, y se sostienen en base a acuerdos, negociaciones, y componendas políticas, que un tribunal judicial no admitiría nunca por la sencilla razón de que está por fuera de su lógica de funcionamiento. Exactamente lo mismo puede ser afirmado en los casos de los brasileños Fernado Collor y Dilma Rousseff, y en el del –aun- presidente peruano, Pedro Kuczynski.
Tanto en el caso de normas supuestamente, o posiblemente, inconstitucionales, como en las formas de destituir al titular del Poder Ejecutivo, en cada país existen mecanismos diversos que administran estas tensiones.
El problema surge cuando no existe un mecanismo previsto para administrar ese conflicto, o sí existe es muy parcial e imperfecto, y no se ajusta a la realidad. Eso es lo que pasa en el caso de Cataluña, con la puja entre independentistas y unionistas.
Desde el gobierno central, especialmente por parte de Rajoy, han abordado el problema catalán desde el aspecto jurídico, sabiendo que eso fortalece su posición: la Constitución Española, de la época de la transición, no reconoce el derecho a la autodeterminación ni la posibilidad de convocar a plebiscitos consultivos en las Comunidades Autónomas. El Derecho Internacional, siempre más laxo y diplomático, admite y reconoce el derecho a la autodeterminación de “los pueblos”, pero bajo ciertos supuestos y el cumplimiento de ciertas condiciones.
Desde el gobierno catalán, si bien han intentado explicaciones jurídicas basados en los pocos resquicios que les abre el Derecho Internacional y los autonómicos, básicamente han planteado en términos políticos el debate: Cataluña y los catalanes tienen el derecho a la autodeterminación y a decidir si quieren, o no, ser parte de España, dado que son un pueblo con identidad propia, y ese es un valor supremo por sobre lo que en la materia establezca la Constitución española.
O sea: resulta imposible un entendimiento, siquiera un acercamiento, entre las partes porque hablan y razonan en dos lenguajes distintos, el jurídico unos, y el político otros.
De esta forma, a lo largo de los meses ha oscilado este conflicto, donde alternativamente ha tenido más preeminencia lo político, lo jurídico, y ahora parece que nuevamente lo político. Al menos eso es lo que surge luego de las recientes elecciones del 21 de diciembre, convocadas por el gobierno de Rajoy, luego de haber destituido al anterior gobierno regional.
Políticamente ha quedado claro que la sociedad catalana está movilizada, y dividida en mitades imperfectas respecto a la cuestión independentista. Existe una mayoría relativa favorable a la independencia o –al menos- a un grado mayor de autonomía. De hecho, los sectores políticos que apoyan la independencia serán (nuevamente) mayoría en el nuevo Congreso. Pero por otro lado, hay otra minoría relativa, bastante significativa, que no ve con buenos ojos esto de la independencia. De hecho, Ciudadanos, un partido que defiende el unionismo, resultó el más votado en las recientes elecciones, pero queda en minoría frente a la suma de los independentistas, y su líder –Inés Arrimadas- ya ha declinado la posibilidad de formar gobierno.
Sin lugar a dudas, quien salió perdiendo en el terreno político es el gobierno central encabezado por Rajoy. El PP, que contaba con 11 diputados en el Parlamento Catalán, pasará a tener tan sólo 3. De hecho, tuvo menos votos que el CUP, un partido secesionista de izquierda radical. De esta forma los populares pagan el precio de la testarudez ideológica y la falta de cintura e imaginación política de un Rajoy que, en el conflicto catalán, nunca entendió (o no quiso ver) que él es líder y Jefe de Gobierno; no Juez de un Tribunal Supremo. Se negó a ver el problema en su dimensión política, y al nacionalismo catalán, opuso un discurso nacionalista en el sentido contrario: el de España como nación única e indivisible.
No obstante, el resultado de estas elecciones también resulta un mapa más realista que el de aquel referéndum convocado y organizado de manera caótica, y llevado a la fuerza por un gobierno regional que, aprovechando la obstinación de Rajoy, logró más de un 90% de votos favorables a la independencia.
En definitiva, hoy la situación en Cataluña, política y jurídica, parece estar empantanada. Jurídicamente las figuras más representativas del movimiento independentista están en la cárcel, o exiliadas para evitar ser encarceladas, y esperando que se inicien los juicios en su contra. Políticamente, el independentismo sigue siendo fuerte, y el PP acaba de sufrir una derrota histórica en Cataluña.
Para salir de este juego de “suma 0” que ha sido hasta ahora, se necesita una flexibilidad, liderazgo e imaginación que Rajoy no ha mostrado hasta ahora, y dudo que tenga.
De todas formas, un poco lo entiendo: en un país diverso y multicultural como España, aflojar en relación a Cataluña, podría significar el comienzo del fin de la España que conocemos hoy en día, porque además del nacionalismo catalán, tiene que enfrentar el nacionalismo vasco, el gallego, el andaluz, y el valenciano. Lo entiendo… pero no lo comparto. Me parece que, en pleno siglo XXI, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y sociedades no debiera ser cuestionado: si catalanes, vascos y gallegos no quieren, o quisieran, formar parte de España, no se los puede obligar con el corset de la ley y la amenaza del garrote.
Por tanto, correspondería a los líderes catalanes hacer una movida. ¿Cuál? Estimo que, sin abandonar la lógica política de su discurso, deberían agregarle un componente jurídico, como forma de canalizar la tensión. Si la Constitución española es inflexible y no admite que las Comunidades Autónomas puedan organizar plebiscitos para resolver su permanencia dentro de España, tal vez debería comenzar por promover una reforma constitucional que habilite a este tipo de consultas, sin necesidad de la aquiescencia del gobierno central, o con un grado mínimo de coordinación.
Esto, a su vez, les posibilitaría –a nivel político- tejer nuevas alianzas en otras Comunidades Autónomas, que hoy en día miran con cierto recelo el proceso catalán, porque entienden que el reclamo de independencia, más que un reclamo legítimo, es un actitud egoísta para no compartir/repartir la riqueza generada en su territorio, con las comunidades más pobres y atrasadas.
Y eso, el reparto de la riqueza generada, también debería formar parte de un debate político sincero acerca de la autonomías; cosa imposible si desde el gobierno central se sigue insistiendo en el callejón sin salida jurídico.




domingo, 24 de diciembre de 2017

Una charla con la escritora Marilú Rodríguez "Empecé a escribir en los largos viajes de tren en mi niñez"





Escribe Juan José Pereyra Twitter @juano500

Empezó a escribir a los trece años en los viajes en tren desde Montevideo a Rocha, los que recuerda con mucho cariño.
Durante muchos años hizo otras cosas, estudió, fue funcionaria pública y un día retomó con fuerza el placer de escribir.
Ha recibido varios premios nacionales e internacionales y su obra está en decenas de ediciones compartidas.
La escritora y poeta estuvo contó sobre su vida, sus sueños y su creación.

AUDIO COMPLETO

Dirigente colorado Mario Sobrero " Hay quienes esperan un Mesías llamado Ernesto Talvi. Nosotros queremos rescatar la esencia de centro izquierda del batllismo"







 Escribe Juan José Pereyra Twitter@juano500

AUDIO
SE PUEDE DESCARGAR

A los dieciocho años se mete de lleno en la militancia política de un partido que gobernó cien años Uruguay y hoy tiene una presencia casi testimonial. Bisnieto y nieto de importantes dirigentes de su partido en Rocha, Mario Sobrero está convencido que el Partido Colorado renacerá con la ideología de centro izquierda del viejo Batllismo.
Sobrero estuvo en Hay Otra Historia, el programa de Radio Fortaleza.


AUDIO COMPLETO.

lunes, 18 de diciembre de 2017

EL TRIUNFO DE PIÑERA EN CHILE ECONOMISTA URUGUAYO ALDO LEMA “ VENDRÁN MUCHAS NOCHES DE LOS CUCHILLOS LARGOS EN LA NUEVA MAYORÍA”, LA COALICIÓN DE CENTRO IZQUIERDA QUE PERDIÓ.




“PERDIERON GUILLIER, LA NUEVA MAYORÍA Y...MUJICA”, dijo Lema al programa Bitácora de Radio de Navegante FM 94.1.

Al comentar la visita del ex presidente José Mujica para brindar su apoyo al candidato oficialista, Lema dijo desde Santiago de Chile : “ Mujica se dió cuenta que Guillier perdía, fue muy frío en su encuentro del jueves a mediodía, habló con Piñera en la tarde y fue casi neutral en el acto final”.

AUDIO COMPLETO