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jueves, 30 de noviembre de 2017

La Revolución Rusa, 100 años después 01. Por Rodrigo Tisnés



El historiador Eric Hobsbawm ha definido al siglo XX como el más corto de la Humanidad. Según él, habría durado 77 años, de 1914 a 1991, o dicho de otro modo: comenzó con la Primera Guerra Mundial y finalizó con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
Precisamente, en medio de ese primer conflicto bélico a gran escala se produjo la Revolución Rusa, consecuencia directa de dicho conflicto, aunque desde hacía décadas se había comenzado a gestar en la Rusia zarista el germen de la explosión del 17’.
Rusia era por entonces la última monarquía absoluta de Europa. En 1905 había ocurrido un primer intento revolucionario, violentamente cortado por las fuerzas realistas. En 1916, con el gobierno en plena crisis, parte de la alta burguesía y la aristocracia se confabularon para asesinar a Rasputín, consejero al que acusaban del desastre del desgobierno del Zar Nicolás II.
La Revolución comenzó en febrero del 17, según el calendario vigente en Rusia en aquel año. El país estaba tan atrasado que, mientras el resto de Europa hacía siglos usaba el calendario gregoriano, allá seguían usando el calendario juliano. Este primer acto llevó al poder a una coalición de fuerzas progresistas, que incluía a mencheviques (socialdemócratas), bolcheviques (marxistas), social-revolucionarios y otros sectores.
El segundo acto sucedió a fines de octubre (calendario juliano) o principios de noviembre (gregoriano), y consistió en una suerte de golpe palaciego en que los bolcheviques desplazaron del poder al inoperante gobierno de Kerensky… que fue inoperante hasta para resistir.
La de octubre fue una revolución que, en términos marxistas, no debió haberse llevado nunca a cabo. Según Marx, las contradicciones entre el modelo de producción y las relaciones sociales generados por éste, se agotan primero en aquellas sociedades donde están más avanzadas. A esta conclusión llegó luego de su pormenorizado análisis de la historia económica de los diversos modelos de producción.
Siendo generoso, en el tiempo de la revolución Rusia era un estado capitalista periférico. Tenía cierto grado de desarrollo económico en ciudades como Petrogrado (San Petersburgo) y Moscú, pero en su mayor parte, su estructura económica y su superestructura social y política seguía siendo semi-feudal. Todos los datos socio-económicos coinciden en este diagnóstico. El producto industrial ruso era 2,5 veces menor al de Francia y más de 6 veces inferior al de Alemania; mientras que el PBI per cápita era inferior al de países atrasados de Europa como Hungría y España.
Sin embargo, poco les importó todo eso a los bolcheviques.
Es difícil hoy en día poder reconstruir los efectos que ese hecho generó. En un mundo que se estaba desangrando en la Primera Guerra Mundial, debe haber sido una suerte de nueva muestra de la cercanía del fin de los tiempos: del Apocalipsis para los gobiernos de raíz conservadora y liberal, y del Paraíso (obrero) para cientos de miles de trabajadores en todo el mundo.
Trotsky, lo resumió muy bien: "No hay más que una alternativa: ¡o la revolución rusa desencadena un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias aplastarán la revolución rusa!"


Su análisis se demostró acertado cuando, luego de la firma del acuerdo de paz entre Alemania y Rusia en marzo de 1918, y con el Ejército Rojo enfrentando la contra-revolución de militares zaristas liderados por Wrangel y Deinikin, el territorio ruso fue invadido en diversos frentes por japoneses, estadounidenses, otomanos, y británicos. Alemania, pese al armisticio, apoyó con armas al Ejército Blanco (los zaristas)
No pudieron aplastar a la revolución, como Trostky había temido. Pero lograron dejarla aislada y sofocar conatos de revoluciones en Hungría (donde Bela Kun llegó a gobernar por 133 días), Alemania, Bulgaria, Italia, y Finlandia.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Por primera vez en 60 años Italia afuera de un Mundial. Por Rodrigo Tisnés



Que Chile, vigente campeón de América, y de muy buenas actuaciones en los últimos torneos internacionales, no haya clasificado al Mundial, es sorpresivo, pero en el contexto de una eliminatoria como la sudamericana –tal vez la más pareja y competitiva de todas-, no resulta inaudita su eliminación.
Que Estados Unidos tampoco haya clasificado resulta igualmente sorpresivo. Especialmente porque en los últimos 20 años se ha transformado, junto a México, en una de las potencias futbolísticas de la zona geográfica en la que le toca jugar. Pero en el contexto mundial es una selección de mediano calibre, y se sabe que el fútbol es un deporte de segundo orden en ese país. Por ello tampoco resulta inaudita su eliminación.
Exactamente lo mismo puede decirse respecto de las eliminaciones de Camerún, otro campeón continental que faltará a Rusia 2018, y de Holanda, que contaba con el reciente antecedente de su no clasificación a la Eurocopa de 2016.
Lo inaudito. Futbolísticamente inaudito. Es la eliminación sufrida por la selección italiana. Jugando de local en Milán, no pasó del empate a 0 con Suecia, y de esta forma, por primera vez desde 1958 (curiosamente, el mundial jugado en Suecia) faltará a una cita mundialista. Para bien y para mal, los amantes y seguidores del fútbol seremos testigos de hechos históricos: mientras selecciones como Panamá e Islandia juegan su primer Mundial; Italia, cuatro veces ganadora del máximo torneo de selecciones, por primera vez en casi tres generaciones no lo hará.
Pocas cosas hay más seguras en el mundo fútbol que Italia jugando un Mundial. Solo el infaltable Brasil, y Alemania, autoexcluida en el 30’ y excluida por razones políticas en el 50’, han tenido una presencia más constante.
Por eso, que falte Italia, resultaba un escenario tan inimaginable como una Fórmula 1 sin Ferrari, a Roma sin el Coliseo, o a Miguel Ángel negándose a pintar la cúpula de la Capilla Sixtina.
Tal vez resulte injusto con el valor deportivo de Suecia. Una selección que no es ninguna recién llegada en el plano futbolístico. Por el contrario: entre las selecciones que nunca han ganado un Mundial, probablemente forme parte de las que cuentan con más y mejor historia, junto a Holanda, Hungría, Portugal, República Checa (heredera de la vieja Checoslovaquia) y Perú.
Pero es que a ese nivel llega el estupor global generado por la eliminación tana. Y de paso, como masaje al frío ego sueco, realza la imagen de hazaña que tuvo su empate de visitantes.
Puede decirse, o más bien debe decirse, que hace varios años la Azzurra no pasa su mejor momento deportivo. Al Campeonato Mundial ganado en el 2006, siguieron dos rápidas eliminaciones en primera ronda en Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 (con mordida de Suárez a Chiellini y cocazo providencial de Godín incluidos), con la final de la Eurocopa de 2012, perdida en forma contundente contra España, como estrella fugaz de gloria.
Que Buffon, con sus 40 años a cuestas, más allá de su innegable talento y profesionalismo, siguiera siendo el dueño del arco del seleccionado, tal vez sea el mejor resumen de una selección talentosa, sí, pero envejecida, de juego timorato, y en la que los jóvenes que se han ido sumando nunca llegaron a dar la talla ni a suplantar a las viejas glorias que se fueron retirando.
Como uruguayo, siempre he sentido que por estilo y carácter el fútbol italiano es el más parecido al nuestro: defensivo, épicamente tenaz, táctico hasta el aburrimiento, enjundioso y corajudo hasta la emoción. Más cómodo jugando al contragolpe que practicando un fútbol atildado.
Con lo que pasó siento que somos un poco más parecidos, los siento un poco más cercanos a los 60 millones de sufridos italianos, que alternan entre la furia, la decepción, la resignación y la tristeza por esta eliminación.
Desde la experiencia de haber visto varios mundiales teniendo que alentar a otras selecciones (USA 94’, Francia 98’ y Alemania 2006’) también puedo decir que, tal vez, un golpe como este era lo que el fútbol italiano precisaba para recomenzar de nuevo. Para dar paso a un nuevo proceso deportivo e institucional, más sólido, más planificado, volviendo a las raíces, pero incorporando nuevas metodologías.
Hace muchos años que el otrora fútbol más rico del mundo, ha perdido terreno frente a ligas como la española, la inglesa y la alemana. ¿Hace cuantos años que no sale un jugador italiano que la descosa?, ¿que sea un Clase A?, en el puesto que sea. Me remito al ejemplo mencionado de Buffon, pero podría mencionar a Chiellini, Barzagli, y De Rossi, todos ellos mayores de 30 e inamovibles de la selección hace varios años.
Está en ellos hacerlo o seguir por el mismo derrotero. Materia prima para recuperarse tienen. También amor propio y vergüenza. Y de sobra.


martes, 14 de noviembre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.




Tal y como he expresado en columnas anteriores, argentinos y uruguayos, yoruguas y argentos, somos muy parecidos… extremadamente parecidos, incluso. Más allá de puntuales diferencias léxicas, que por lo demás existen dentro de los dos países (pensemos como nos enorgullece en Rocha, y forma parte de nuestra identidad propia, el hablar castizo de “tú” y “ti”) y resultan inevitables, porque pese a los diccionarios y a la Real Academia –que la corren de atrás- la lengua, y más una tan extendida y universal como la española, son un producto siempre mutable y sujeto cambios y modismos locales.
En este sentido, las diferencias que podemos tener con un porteño, son menores que las que ese mismo porteño puede tener con un formoseño, por ejemplo.
Me animo a decir que la díada argentino/uruguayo está entre las tres o cuatro más difíciles de identificar entre nacionalidades, junto a la de alemán/austriaco, serbio/montenegrino, y colombiano/venezolano. Si no me cree, pare usted a un alemán y a un austríaco y hágalos hablar (sin que digan donde nacieron), a ver si puede adivinar cuál es cual. Y repita el mismo experimento con un montenegrino y un serbio, y un colombiano y un venezolano.
En un borrador previo había incluido canadiense/estadounidense, pero en realidad, hay una serie de indicios sutiles, pero clarísimos, que permiten distinguirlos. En general, el canadiense es el que tiene aspecto y acento de gringo, pero: a) lleva una cámara de fotos colgando del cuello; b) tiene un rostro ingenuo; c) hace comentarios y exclamaciones inocentes, de asombro; d) son correctos y más cultos que el gringo promedio. En forma separada, cada uno de estos indicadores arroja un 90% de aciertos. Sumados, el porcentaje de acierto trepa al 99,9999%.
Sin embargo, y a riesgo de que usted, amable lector/a, piense que estoy divagando porque tenía que llenar espacio, o que es producto de una alucinación por haber tomado una Quilmes vencida; el tema de hoy no son la gran cantidad de cosas que nos hacen tan parecidos con nuestros mellizos, sino, una de las que más señala nuestras diferencias: LA YERBA.
Pocas cosas se extrañan tanto (sacando a los afectos) como la yerba nuestra. Es que la yerba argentina es puro palo, como si hubiese sido arduamente cultivada por García Pintos y su alegre muchachada de la Brigada Palo y Palo en la selva misionera.
No tengo idea como, siendo tan parecidos en otras cosas, llegamos a tener un gusto tan distinto respecto al consumo de esta infusión. La yerba argentina tiene menos sabor, se lava mucho más rápido, y no precisa ser hinchada para comenzar a tomarla. Uno le hecha el chorro de agua caliente y arranca a tomar. Podrá parecer una cuestión mínima, pero al eliminar este sencillo gesto, el acto de tomar mate pierde buena parte de su mística, y lo rebaja a la calidad de un té con bombilla o un café de oficina. Un escalón por debajo de la conjunción de café y cigarro, tantas veces escrita y cantada.
Encima, acá en Buenos Aires pululan quienes toman en envases que me resisto a llamar “mate”: tarritos de cerámica, vasos y tazas, están a la orden del día. Hay honrosas excepciones como la de los correntinos y misioneros que viven acá, que toman en porongos similares a los nuestros. Ni que hablar que andar de matera colgando al hombro en plena calle es, automáticamente, sinónimo de ser uruguayo.
Tal vez, lo peor de todo sea el caso de aquellos porteños que te piden un mate… ¡y lo toman por la mitad! No son todos. Pero un porcentaje de ellos, pide el mate, toma un poco, y te devuelve el mate con agua por la mitad o con un fondito de agua. ¡No señores! Hasta que no hace ruido, y la lengua queda pelada por el calor del agua hirviendo, el mate no se termina.
Francamente, tanto me da quien inventó el dulce de leche y el tango, si el asado se hace con leña o carbón, o si Gardel nació en Tacuarembó o Touluse; lo único en lo que no transo (además de la anémica denominación de sándwich de milanesa) es que en materia de hacer y tomar mate, nuestra yerba es mucho más sabrosa, gustosa y aguantadora.
Aunqueeeee…
En toda historia, para que sea historia, siempre hay un pero. O un aunque
En este caso, desde que llegué acá, sin contar con un mísero gramo de Canarias ni de Baldo (hasta El Cebador me hubiese servido), resolví adaptarme y consumir yerba local. La alternativa de no tomar mate, o pasarme a un sustituto (café) me resultaba bastante menos deseable que hacerlo con yerba argentina.
De hecho, hasta he desarrollado una forma de sincretismo cultural al respecto: tomo mate con yerba argentina, pero cebando a la uruguaya. O sea: dejo hinchar un ratito la yerba, y armo la montañita para dejar un poco de yerba seca. Sigue sin tener el sabor de nuestros mates… pero se parece un poco más, y demora más rato en lavarse. Hasta un termo y medio aguanta, aunque los últimos se parecen más a un ensopado de palos, que a un mate cimarrón.
Pequeñas estrategias que se deben desarrollar para poder seguir diciendo “¿Yo?... uruguayo”.


domingo, 5 de noviembre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.



Voy a comenzar por una disculpa. Sé que esta columna trata sobre apreciaciones, comentarios, y anécdotas sobre diversos aspectos de la vida en Buenos Aires como un uruguayo recién llegado.
No obstante, hoy voy a dedicar este espacio, o parte de este espacio, a hablar del “paisito”.
Es que desde que me vine, cosas muy raras han pasado:
  1. Renuncia el Vicepresidente de la República (más que raro, era insospechado)
  2. La selección clasifica de manera directa al Mundial (para malestar de las agencias de viaje que especulaban con la venta de pasajes a Nueva Zelanda)
  3. En Paysandú se descubre petróleo.
Sobre este tercer punto me voy a detener. Si bien parece un motivo de alegría el hallazgo de la materia prima a partir de la cual se genera el combustible, también puede ser motivo de enfrentamientos. Ya he leído a varios sanduceros publicar en redes sociales chistes alusivos a su futura independencia del Uruguay. Podrá decirse que son chistes y que es inimaginable que en Paysandú se genere un movimiento independentista. Pero como bien se sabe, hay dos formas de decir la verdad: en serio, o en broma.
No me extrañaría que, ensoberbecidos por las rentas generadas de las exportaciones de petróleo y postre chajá, y sedientos de venganza por haber estado décadas a la sombra del colonialismo de su más poderoso vecino del norte, pretendan independizarse creando la Heroica República de Paysandú. Hay que reconocer que hasta tiene “gancho” el nombre del nuevo Estado soberano.
Ahora bien. Frente al posible surgimiento de este nacionalismo de carácter localista/regionalista; se me ocurre que el mejor remedio sería fomentar desde ya un nacionalismo de carácter expansionista, de conquista. Lanzar una idea ambiciosa: la creación del “Gran Uruguay”.
¿En qué consistiría? Básicamente, que ahora, convertidos en una nueva potencia petrolera, con los ingentes recursos que ingresarían por nuestras exportaciones, nos armemos hasta los dientes, contratemos mercenarios, y salgamos a expandir las fronteras que, injusta e inconsultamente, nos fueron cercenadas, recortadas, en la Convención Preliminar de Paz de 1828.
Lo más sencillo sería comenzar por reclamar como propios los territorios que adhirieron a Artigas en la Liga Federal y lo designaron “Protector de los Pueblos Libres”. Bajo el aguerrido y patriótico slogan de: “donde el caballo de Artigas pisó, es suelo nacional”, rápidamente recobraríamos los territorios de Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y Misiones.
Podríamos intentar la conquista de Buenos Aires, tomando revancha de la lucha de puertos y de las viles acciones de Sarratea contra Artigas (y de la inoperante mediocridad de Rondeau); pero la idea es de conquista, no de aniquilación, y no está bueno cebarse con los vencidos. Hay que tener clemencia con ellos. Es más, en un gesto magnánimo, incluso le permitiríamos a la Argentina mantener la soberanía sobre la Martín García.
Mientras tanto, el proyecto expansionista, con la anexión de la nueva Provincia Occidental del Uruguay, habría más que duplicado el territorio nacional y más que triplicado su población actual. Además de volverse autosuficiente en producción de yerba mate, y disparar a cifras nunca antes vistas en la historia nacional la producción y exportación de Fernet, y los ingresos por turismo de montaña y cataratas.
El siguiente paso en este proyecto, siguiendo la ruta trazada por Artigas 197 años antes, sería la conquista de Paraguay, que nuevamente aumentaría sensiblemente nuestro territorio y población; pero, sobre todo, prácticamente nos aseguraría el monopolio sobre los cultivos de yerba y cannabis en Sudamérica, nos daría virtual control sobre la hidrovía, y nos posibilitaría generar el corredor Chuy-Ciudad del Este, especializado en turismo de compras. Todas estas posibilidades nos abriría la suma del ex Paraguay, ahora llamado Provincia Hernandarias.
Podrá parecer descabellado. Incluso… ¡tal vez sea descabellado! Pero también sonaba descabellado que un “faquir semidesnudo” (¡gracias, Winston Churchill!) liderara con éxito el movimiento independentista en la India… ¿Y?, ¿qué pasó?...
Es más, con lo que nos aprecian y respetan los argentinos en general, y los porteños en particular, no solo los tomaríamos por sorpresa, sino que luego no estarían mucho tiempo enojados con nosotros; sobre todo cuando entiendan que ir a Carlos Paz sería lo mismo que venir a Punta del Este hoy en día.
Puede ser que esté quedando medio loco… pero me imagino el Centenario repleto, cantando “Soy celeste/soy celeste/celeste soy yo” con acento cordobés, o jugando por eliminatorias contra Brasil en el Gigante de Arroyito, y me emociono. Por eso, hoy más que nunca cierro esta columna exclamando orgulloso: ¡Che ha’e… uruguayo!

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Comentarios sobre la FIT 2017 Por Rodrigo Tisnés





El día que estoy escribiendo estas líneas, martes 31, se está cerrando una nueva edición de la Feria Internacional de Turismo, que año tras año se lleva a cabo en Buenos Aires, congregando a una inmensa cantidad de público, expositores, delegaciones, periodistas y autoridades.
Es que se trata de la Feria más importante en su rubro en toda Latinoamérica, y una de las mayores del mundo. Para comprender su importancia, bien vale la pena repasar algunas cifras: en los 4 días se hacen presentes más de 1.500 expositores de 45 países distintos, alojados en las instalaciones de la Rural de Palermo, en una superficie cubierta de –aproximadamente- 35.000 metros cuadrados. De los cuatro días, los dos primeros son para el público en general, días en los que alrededor de 100.000 personas pasan por la Feria esos. Los dos días siguientes es de actividades exclusivas para profesionales del sector turístico, que van a hacer contactos y rondas de negocios.
La Feria se divide en tres sectores bien diferenciados, donde se ubican los diversos stands. El primer sector es el destinado a mostrar Argentina. Están presentes las 23 Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cada una con su propuesta, intentando resaltar su identidad local mediante espectáculos musicales, presentaciones artísticas, puestas en escena del propio stand, y cata de diferentes comidas y bebidas.
El segundo sector es el destinado al “Caribe”. En esta zona se ubican tanto países del área caribeña (Bahamas, República Dominicana, Costa Rica, Panamá, etc) como agencias de turismo y hoteles.
El tercer sector es el “Internacional”, donde se ubican los stands de otros países (todos los sudamericanos, los europeos presentes y algunos asiáticos y de Oceanía) y agencias de viaje que trabajan con esos destinos, además de institutos terciarios de turismo.
La apertura de la Feria se realizó el sábado al mediodía, alrededor de las 14:00 en un evento de afluencia masiva, y protocolizado hasta el hartazgo. Del mismo, vale la pena recordar algunos de los aspectos del discurso del Ministro de Turismo argentino, Gustavo Santos, que en un discurso que alternadamente fue emotivo, político, diplomático, entretenido y reiterativo, resaltó ciertos aspectos de la riqueza que genera el Turismo en Argentina. Uno de sus mayores énfasis estuvo puesto en resaltar que en un contexto de recesión económica hasta hace unos meses, el Turismo sin embargo ha tenido un crecimiento sostenido durante 13 meses, y se espera que siga esa tendencia. Felicitó y reconoció a empresarios y gremios por su “madurez” y haber mantenido puestos de trabajo en medio de la crisis, en un sector que emplea a unas 270.000 personas del extremo norte al sur, y desde el Atlántico hasta los Andes. A continuación habló de nuevas inversiones que se han concretado o están por concretarse en hotelería, de créditos y subsidios al sector, y –muy especialmente- hizo mención a “la revolución de los aviones”: se trata que en los próximos años se estarán habilitando/creando 600 nuevas rutas aéreas que generará unos 7.000 nuevos puestos de trabajo (directo e indirecto) y demandará una inversión en el entorno de los 7.000 millones de dólares para garantizar su operatividad. A modo de ejemplo comentó que en mayo de 2018 comenzará a volar Air Canada con una ruta directa entre Toronto y Buenos Aires.
Hay que comentar que el panel de autoridades que realizó la apertura parecía una “feria de toros”. Entre los nueve miembros sentados en la mesa de apertura, de diversas organizaciones vinculadas al Turismo, no había una sola mujer.
Una vez cumplido el aspecto protocolar se dio inicio a la Feria en sí mismo y a la locura del fin de semana con la masiva afluencia de público… público que haría parecer organizada a una turba, en su ansiedad por ver las propuestas, llegar a hacerse con los regalos en los diversos stands, y –sobre todo- por abalanzarse en estampida sobre todo lo que sea cata de comidas y bebidas. Lo mismo da que se trate de probar ceviche y pisco en los stands de Perú y Chile, cabrito a las brasas en el Córdoba, o comer galletas de arroz con sake en el de Japón y degustar bacalao seco en salmuera en el de Tierra de Fuego.
El stand de Uruguay, situado en el sector Internacional, estaba bien ubicado y era de los más grandes. Resultaba bien espacioso. Presentes en el mismo, además del MINTUR, estaban en forma individual los departamentos con mayor desarrollo turístico, incluido Rocha (Colonia, Maldonado, Canelones y Montevideo eran los otros) y en forma conjunta los que se han asociado regionalmente para desarrollar el turismo: los del Litoral (Soriano, Río Negro, Salto y Paysandú) y los del Centro. La propuesta general lucía austera, sobria, correcta, tal y como la mayoría de los argentinos nos visualizan. Menos llamativa y estridente que los cercanos Chile y –sobre todo- Brasil. Cada departamento y región tuvo su chance de hacer su presentación y tener su momento de lucimiento en la propuesta del local.
No me corresponde realizar una evaluación acerca del stand de Rocha. Sí puedo decir que la propuesta me pareció adecuada en el marco general de la propuesta “país” y que fuimos uno de los destinos más consultados, junto a Montevideo, Maldonado y Colonia. Particularmente efectiva por lo sencilla y la cantidad de público que atrajo, fue el juego de una pequeña ruleta, que al ser girada podía dar en suerte diversas preguntas acerca del Destino Rocha y premios variados. Por supuesto, también estuvo el sabor local con una degustación de productos derivados del butiá; y fue muy interesante la presentación que el día lunes a media tarde brindaron Ana Claudia Caram –la Directora de Turismo- y Jorge Simeone –Presidente de la Corporación Rochense de Turismo- sobre “Deporte y Aventuras en espacios naturales de Rocha”, un nuevo tipo de turismo que se está impulsando con fuerza desde hace un tiempo, promoviendo estilos de vida más saludables, en los maravillosos entornos y diversidad natural que nuestro departamento posee, y que genera gran movimiento de público para dichas actividades. Se notó planificación en la materia, incluso con la presentación de un calendario de actividades deportivas a llevarse a cabo de noviembre a marzo.


domingo, 29 de octubre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.



De todas las experiencias que hasta ahora he tenido en Buenos Aires, una de las más increíbles, por su contexto, y porque como expresé en Facebook, ni en mis más febriles delirios me habría imaginado viviendo algo así siendo un recién llegado. Me refiero, por supuesto, a mi participación en un programa de televisión argentina.
Efectivamente. Así como lo leen. En la semana que fue del lunes 23 al viernes 27 de octubre estuve, en calidad de participante, en Mejor de Noche, programa emitido por Canal 9 de Argentina y producido por Kuarzo (que es, o era, Endemol), el cual es conducido por Leo Montero, y sale de lunes a viernes de 21:50 a 23:00.
Para quien no lo conozca, se trata de una adaptación del viejo formato de programas de preguntas y respuestas sobre cultura general, del tipo “Salven el Millón”, “¿Quién quiere ser millonario?”, o el clásico “Martini Pregunta” (también había uno conducido por Berugo Carámbula, cuyo nombre no recuerdo); en este caso, consiste en una ruleta gigante, alrededor de la cual se sitúa a 6 participantes a quienes se asigna una zona de la misma (por ejemplo entre colorado el 16 y negro el 23), y el participante en cuyo sector del juego caiga la bola debe responder una pregunta de cultura general, que puede ir desde Historia (Argentina o Universal) hasta Farándula, pasando por Geografía, Deporte, Arte (en todas sus disciplinas), Gastronomía, Religión, etc. Todos los días se va generando un pozo de dinero, que se puede llevar el participante al que le toque la Última Bola del juego de esa noche, que debe responder una pregunta. Tanto en esa Última Bola, como en las que se tiran de color blanco durante el programa, las preguntas son de múltiple opción (12) y existe la chance de reducir la cantidad de opciones dos veces (a 6 y a 3) con la correlativa disminución del dinero en juego.
Se trata de un programa ágil, entretenido, divertido, y que mantiene –un poco a contrapelo de la tendencia actual- el estilo de programas que, de alguna forma, buscan premiar el saber o la cultura general. Podría objetarse que lo hace mediante un formato mercantilizador, y que el show alrededor trivializa la cultura y el conocimiento… francamente, y con todo respeto, me parecen argumentos dignos de rancios sofistas.
En caso de que no se hayan percatado, se trata de uno de mis programas preferidos de la televisión argentina desde que llegué. Me corrijo: uno de mis POCOS programas preferidos.
Ahora, bien, una cosa es que sea un asiduo espectador y otra muy distinta que me haya pasado al otro lado de la pantalla. Supongo que los lectores se preguntarán cómo sucedió.
Nada más complicado que un mensaje de whatsapp y un casting. Aunque la historia es un poco más larga. Comencé a ver el programa a mediados de agosto. Una de esas noches que lo veía, y cuando ya tenía más o menos clara su dinámica, pasaron las formas de anotarse para participar del mismo. Una era mediante mensaje de whatsapp. La vez siguiente que lo hicieron tuve preparado el teléfono para registrar el contacto en el celular, y al otro día envíe el mensaje donde expresaba mi interés en ser participante. Pasaron dos, tres, cuatro días sin novedades y me olvidé por completo del asunto.
Al decimotercer día recibo un mensaje de Mejor de Noche. En el mismo decía que para participar había que ir un día a determinada dirección, entre ciertas horas, y hacer un casting que consistía en completar dos planillas y sacarse una foto. De las dos planillas, una era con información personal, y la otra una breve cuestionario de cultura general.
Salí del lugar dudando que me convocaran nuevamente. Es que del cuestionario, una vez que salí y pasó la euforia del momento, repasé mentalmente mis respuestas y me di cuenta que había fallado aproximadamente en la mitad: una en que la respuesta era Verdi y puse Mozart, otra de geometría, y varias de geografía e historia reciente Argentina. Mi esperanza era que las de geografía universal, historia regional, y literatura me salvaran; unido a que tuviesen la contemplación que siendo un recién llegado, mal podía saber cuál era la estación de trenes de no sé dónde diablos ni el nombre del Partido de Mar del Plata.
A esto se sumaban mis nada positivos antecedentes en Uruguay. Intenté participar tanto en “¿Quién quiere ser millonario?” como en “Salven el millón”, fracasando con total y absoluto éxito en ambos casos. En el primero, debo haber llamado unas 5 o 6 veces, contestando siempre bien la pregunta telefónica, pero esa era toda mi participación.
Enarbolando la ética de la derrota con entereza, me olvidé por completo del asunto, pero sin evitar imaginarme contestando en lugar de los participantes que veía semana tras semana, hasta que, una mañana, a principios de octubre, me llegó un mensaje de whatsapp de remitente desconocido. Era una productora del programa, preguntándome si tenía disponibilidad para estar en la semana del 23 al 27… Hay mensajes en la vida que son para responder sin reflexionar. Y éste era uno de ellos. Automáticamente dije que sí.
El resto es historia fresca y conocida. Y si no les resulta conocida, es ubicable por Youtube. En lo personal, aún me cuesta creerla del todo. En el poco tiempo que llevo acá en Buenos Aires, ya he participado en un programa de televisión, terminé de escribir mi segundo novela, he comenzado a escribir Teatro, amén de otra pequeña serie de logros y/u objetivos que he alcanzado o intentando alcanzar.
Sólo me resta expresar mi más hondo y puro agradecimiento a la producción de Mejor de Noche (especialmente a Paula), a las chicas de maquillaje y vestuario del Canal, a Leo, a Xoana; a Hugo, Sergio, Emanuel, Salomé y Mauricio, mis compañeros durante toda la semana; y mi familia, amig@s y conocid@s que me siguieron, apoyaron y alentaron, desde Montevideo, Rocha, Maldonado y Buenos Aires.
No crean esos infundados rumores de que se me subió la fama a la cabeza. Por más detalles, contacten con mi agente de prensa.
P.D: Mamá, te pido encarecidamente que no les creas a los buitres de la prensa de chimentos. Ya no sé cómo explicarte que con Xoana somos solo amigos.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Desde Argentina: Legislativas, “Grieta”… ¿y después? Por Rodrigo Tisnés




En abril de 1872, la Paz de Abril (poco imaginativo nombre para un acuerdo de paz firmado en abril) marcó el final de la Revolución de las Lanzas, y oficializó en un documento el pacto de coexistencia que establecían entre sí colorados y blancos.
Visto con la distancia que dan 145 años, podrá parecer una anécdota menor, pero en la Historia política uruguaya tuvo un efecto práctico y simbólico fundacional: a partir de ese momento, los dos bandos pasaron a tomar la forma definitiva de partidos políticos, reconociendo que aún en el caso de enfrentamientos armados, ninguna parte tenía derecho a exterminar ni extirpar a la otra. En ese tiempo aún permanecían frescos los recuerdos de la Defensa de Paysandú y la Hecatombe de Quinteros.
Desde entonces, si bien la política uruguaya no ha sido cómo su geografía… el funcionamiento de todo el sistema político, ha estado sólidamente asentado sobre este sencillo principio de respeto, tolerancia y aceptación de la disidencia.
Esta introducción viene a cuenta de las recientes elecciones argentinas, que fueron un nuevo episodio dentro del contexto político de la tristemente célebre “Grieta” (que algún dramaturgo en el futuro seguramente titulará “La Grieta”, tengo dudas si será drama o comedia) forma en que los medios, con mucho sentido del marketing, han llamado a la polarización entre el Kirchnerismo liderado por la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y el actual gobierno nacional encabezado por Mauricio Macri.
Está bien. Es cierto que no se trata de un enfrentamiento armado entre bandos que buscan aniquilarse. Un conflicto de ese tipo sería anacrónico en pleno Siglo XXI, en una democracia que con sus logros, miserias y tragedias, funciona razonablemente bien. Me hago cargo de lo de “razonablemente” bien.
Sucede que en el contexto de una democracia moderna, donde el pacto político básico es que las diferencias se dirimen en las urnas (amén de otras formas de manifestación popular que puedan existir) y en el debate público, la aniquilación del “Otro” que piensa distinto que “Yo”, pasa por el ejercicio simbólico de negar el reconocimiento y/o validez de la expresión de sus ideas, opiniones y pensamientos.
En la lógica retorcida de “La Grieta”, lo que predomina es precisamente esa actitud: el ninguneo sistemático, la caricaturización de brocha gorda y la generalización reduccionista del “Otro”. Es funcional a un escenario binario, de polarización exacerbada entre dos alternativas políticas, el “kirchnerismo” y el “macrismo”, en el cual cada uno busca la forma de aniquilar discursiva y simbólicamente al otro; y de paso, en un acto que envidiaría el mejor mago profesional, hacen desaparecer a las terceras alternativas y voces políticas. Aquellas que se niegan a entrar en el juego perverso del “si no están conmigo, están con el enemigo”.
Si el Kirchnerismo abonó y fue un poco el padre de este Frankenstein político, especialmente a partir de las presidencias de Cristina, el actual gobierno, que llegó con un discurso de cambio y renovación en la forma de hacer política, rápidamente se dio cuenta que electoralmente le rinde mucho más entrar en la dinámica “grietista”. Del resto, se han encargado con empresarial afán, la mayoría de los medios de comunicación masivos, desde los diarios (Clarín, La Nación, Página 12) hasta la televisión, con su nutrido staff de periodistas. Por supuesto, hay algunas honrosas excepciones.
En este contexto, el resultado de las elecciones legislativas del domingo pasado admite dos lecturas contrapuestas: como continuidad o ruptura de “La Grieta”.
En el primer caso, Cambiemos, la alianza oficialista, surge como el claro ganador de las mismas, al haber obtenido poco más de 10 millones de votos en todo el país, 2/5 del total, lo que le permitió aumentar su representación legislativa… aunque sigue estando en minoría en el Parlamento.
El Kirchnerismo, que parecería ser el mayor derrotado, no obstante, se presenta discursivamente como una fuerza “ganadora”: es el sector de oposición más votado, con un lema que fue creado hace poco más de 4 meses, y fue necesario que la gobernadora Vidal se pusiera la campaña al hombro para revertir la tendencia que daba ganadora a CFK por sobre Esteban Bullrich en la Provincia de Buenos Aires.
El resto de la oposición (Massa, el peronismo, los socialistas, la izquierda trotskista, etc), salvo excepciones puntuales, aparece como perdiendo espacios y terrenos de competencia efectivos frente a las dos fuerzas políticas mayoritarias.
En el segundo caso, puede interpretarse que pese a este escenario de alta polarización, aun así las opciones políticas alternativas sumadas obtuvieron un 36% del total de votos emitidos. O sea, que casi 40 de cada 100 votantes lo hicieron por fuera de “La Grieta”. Dentro del escenario político descrito, y con unas reglas de juego que favorecen la polarización, que hayan alcanzado este resultado es un guiño a la esperanza de poder superar esta etapa.
A esto debe agregarse, además, los miles de argentinos que seguramente, pese a haber votado al kirchnerismo o al oficialismo, no están de acuerdo ni comparten el discurso y la lógica de polarización, y desean que se termine este clima de crispación casi permanente.
Y por último, esta lectura permite visualizar que Cambiemos, pese al aumento de su bancada legislativa, aún está lejos de contar con una mayoría propia, por lo que –sí o sí- el Poder Ejecutivo está obligado a negociar cualquier reforma que quiera llevar adelante; mientras que el Kirchnerismo, que cae en representación parlamentaria, no tiene la capacidad de erigirse en el portavoz hegemónico de la oposición.
Restan dos años aún para las elecciones presidenciales de 2019. Parece poco, pero es mucho tiempo. Y aunque el actual gobierno parezca, o crea, haber salido fortalecido, especialmente por potenciales competidores debilitados (CFK, Massa, Randazzo); hay que recordar que el Peronismo tiene una vocación de poder, y capacidad de movilización, que explican gran parte de la Historia argentina desde el 83’ en adelante. Seguramente desde el domingo de noche los diversos peronismos estén en contacto, negociando y buscando la estrategia (o estrategias) para reconfigurarse. A esto se suma la actitud que pueda asumir el Frente de Izquierda, la izquierda trotskista que en estas legislativas aumentó su caudal electoral y su Bancada, y también que hará el Partido Socialista, que incluso en Santa Fe, parece estar en horas bajas.




miércoles, 18 de octubre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.






Este fin de semana se llevan a cabo las elecciones de medio término en Argentina. En estas líneas voy a intentar aclarar qué es lo que se vota y cuáles son las opciones electorales. No es una tarea sencilla, no solo por lo desconcertante que nos resulta la política argentina a la mayoría de los uruguayos (incluso a los que vivimos aquí), sino también por lo complejo y volátil de sus sistema de partidos y alianzas, que la transforman en algo tan cambiante y voluble como las opiniones de un panel de periodistas deportivos.
Para comenzar, tres precisiones necesarias:
1) NO SON ELECCIONES PRESIDENCIALES. Son elecciones de medio término en que se renueva parte de la integración del Poder Legislativo. Es un tipo de elección que no existe en Uruguay.
2) Ni el presidente Macri, ni la gobernadora Vidal (la política con mejor imagen del país) son candidatos a cargo alguno en estas elecciones.
3) No obstante ello, el actual gobierno, la ex presidenta, y la enorme mayoría de los medios de prensa, se han encargado de fomentar y exacerbar la polarización entre ambos (“La Grieta”); dejando deslucidos y casi sin espacios (ni discurso) a las terceras alternativas.
Hechas estas aclaraciones, ¿cuáles son las opciones electorales?:
El gobierno/oficialismo se presenta bajo el paraguas de “Cambiemos”, una alianza de centro-derecha y derecha, integrado por diversos sectores y partidos políticos, incluido el PRO, el partido creado por Macri.
Uno de los partidos que integra esta alianza es la Unión Cívica Radical (UCR), uno de los partidos decanos de la política argentina. Resulta llamativo que integre una alianza de centro-derecha, siendo que tuvo presidentes asociados a ideas y proyectos políticos progresistas (al menos relativamente progresistas), como Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín. Pero para aumentar el nivel de desorientación política, en la ciudad de Buenos Aires compite contra el oficialismo, y en alianza con el Partido Socialista, impulsando la candidatura a la Diputación del exministro de Economía (de Cristina) y ex Embajador en Estados Unidos (de Macri), Martín Lousteau, en contra de Elisa Carrió.
Precisamente, la conocida y mediática “Lilita” también es parte de esta alianza. En una década y media pasó de ser una obesa política, con un discurso de barricada, y una ideología sui géneris con fuertes componentes de misticismo católico; a ser una robusta política, con discurso basado en la judicialización de la política, y una ideología anclada en una suerte de pragmatismo de la oportunidad política. En suma: una metamorfosis física, ideológica y discursiva que ni a Kafka se le hubiese podido ocurrir.
Del otro lado tenemos al Peronismo… o más bien LOS peronismos:
Un peronismo es el de la expresidenta, Cristina Kirchner, que siendo peronista se negó a ir unas internas en el peronismo, y armó una fuerza política de ocasión: “Unidad Ciudadana”, que debutó electoralmente en las internas del pasado mes de agosto. Se presenta como “el freno” posible frente a la arremetida del actual gobierno en el recorte de derechos laborales y políticas sociales. Luchando por lograr 2 de 3 senadores en la Provincia de Buenos Aires no parece que pueda ser mucho freno de nadie.
Otro peronismo es el de Sergio Massa, quien fuera Jefe de Gabinete de Cristina entre 2008 y 2009, e integrante del Partido Justicialista (peronismo) hasta 2013. Se presenta con el lema 1País. Aparenta ser la mayor de las “terceras opciones”, aunque con la polarización parece que viene perdiendo votos, especialmente hacia Cambiemos.
Lo acompañan Margarita Stolbizer, política surgida del ala más progresista de la UCR, de la cual se alejó en 2007 para crear su propia fuerza política de centro-izquierda (GEN); y el Movimiento Libres del Sur, liderados por la diputada Victoria Donda. Se trata de un movimiento político surgido en la crisis de 2001, que supo integrar una alianza con el Kirchnersimo, de 2003 a 2008. Entre 2011 y 2015, Stolbizer y Libres del Sur integraron el Frente Amplio Progresistas, una ancha alianza de fuerza de centro izquierda e izquierda (de la que Stolbizer supo ser candidata presidencial en 2015), para luego abandonarla y sumarse a las huestes de Massa.
El tercer peronismo es el liderado por Florencio Randazzo, quien fuera Ministro en el gobierno anterior. Quedó como el candidato de una parte del pero-kirchnerismo que no se fue con la ex Presidenta. Se presenta con un discurso de tipo honesto y cumplidor de los compromisos asumidos, pero parece tener tanto carisma como ir al dentista…
El cuarto (y ¿último?) peronismo, es el de los peronistas que no están ni con Cristina, ni con Massa, ni con Randazzo… y mucho menos con el oficialismo. En general se trata de expresiones lideradas por gobernadores de provincias que intentan conformar un espacio político propio, y de ahí lograr alcance nacional.
También está el Partido Socialista, actualmente en alianza consigo mismo, dado que es el único partido (de peso al menos) restante del Frente Amplio Progresistas. Hace una década que gobierna la Provincia de Santa Fe, y tienen el gobierno en la ciudad de Rosario, una de las más grandes del país. En 2011, Hermes Binner, hoy diputado, fue candidato presidencial, quedando en segundo lugar detrás de Cristina Kirchner; pero hoy, parecen muy lejos de estar medianamente cerca de esos resultados.
El Frente de Izquierda, coalición de partidos de la izquierda trotskista, y Autodeterminación y Libertad, fuerza política fundada por el histórico Luis Zamora, se presentan como las “auténticas” alternativas de izquierda. Resulta incomprensible que, con diferencias ideológicas de matices, se presenten por separado, en lugar de unir fuerzas. De todas formas es una actitud política muy coherente con la mejor historia de trotskistas y anarcos en Argentina, que funciona (más o menos) así: se juntan 2, arman 3 grupos políticos, y terminan todos peleados.
En definitiva, y frente a este escenario de sicodelia política, me siento más afortunado que nunca de poder decir, cada vez que en la calle me paran para ofrecerme un volante de tal o cual candidato: “¿Yo?... ¡uruguayo!”.

viernes, 13 de octubre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.





Una de las realidades que me resultan más cómicamente llamativas (y absolutamente incomprensibles) en Buenos Aires, es el tema del cambio de moneda. Cualquier persona que haya tenido una estadía más o menos prolongada acá seguramente pueda intuir a lo que me estoy refiriendo.
Se trata ni más ni menos, que de la convivencia entre armónica y esquizofrénica, existente entre las Casas de Cambio formales, que funcionan con todos los requisitos y procedimientos legales, y por otro la de los famosos “arbolitos”, esas personas (hombres generalmente) que están todo el día parados en calles del Microcentro porteño ofreciendo cambio continuamente a los peatones que circulan, para empresas y oficinas que funcionan como casas de cambio ilegales.
El procedimiento cuando se desea cambiar dinero en el circuito formal es el siguiente: se debe presentar el documento de identidad, brindar una dirección de correo electrónico, domicilio en el que se esté parando (ya sea temporal o permanente), número de teléfono, estado civil y ocupación/profesión. ¡Ah!, además, dependiendo del local, hay algunos Cambios que no aceptan clientes que quieran cambiar menos de 50 dólares, o 100, o “X” cantidad de reales o pesos chilenos o uruguayos. Básicamente, solo falta que pidan muestras de sangre y orina, o un examen de ADN. Desconozco cómo es el procedimiento en otros países de la región, pero en Uruguay, donde para cambiar dinero sólo se precisa ir con el dinero a la Casa de Cambio más cercana, todo este procedimiento de controles aparece como un tanto “orwelliano”…
Especialmente cuando se lo contrapone al sistema informal o para-legal de los “arbolitos”.
Como dije: están en plena vía pública ofreciendo el servicio de cambio. Si bien no lo gritan a viva voz, es un susurro lo suficientemente claro y audible, repetido en forma continua e insistente, que suena a algo así como: “cambiocambiocambio”, aunque algunos, un poco más creativos (o menos repetitivos) dicen “cambiodólareuro”. Como sea, resulta lo suficientemente inteligible como para que cualquiera que pase cerca se pueda detener a consultar. Una vez aceptada la tasa de cambio, el “arbolito” te guía hasta donde funciona una oficina, en la que pasa el dato del negocio, y sin ninguna necesidad de documento de identidad, ni número de teléfono, ni dato ni registro de ningún tipo, se realiza la transacción. Y no se imaginen tugurios oscuros e irrespirables, repletos de facinerosos que harían parecer buenos tipos a Don Corleone o Al Capone. Para nada. Si bien es posible que los haya, la mayoría funcionan en oficinas coquetas, muy bien iluminadas, con personal afable y servicial… y eso sí: una excelente seguridad.
Precisamente en esta enorme contradicción es que está la esquizofrenia. Porque no parece racional ni lógico que los negocios del ámbito formal tengan tantos controles (o les exijan tantos controles), mientras que por otro lado, a la vista pública funciona todo un sistema informal, frente al cual parece existir una permisividad absoluta, o –cuando menos-, una tolerancia manifiesta y tácita. Todo esto en pleno centro de Buenos Aires, no en un barrio lejano, allá por donde sea que el Diablo haya perdido su poncho colorado. La calle Florida es famosa por ser la más densamente “arbolada” de todas, pero no es la única.
En suma: que entre los controles de uno y las facilidades de otro, sumado a tasas de cambio iguales o relativamente mejores en el informal, existe un fuerte desincentivo para que las personas, especialmente las extranjeras, cambien (cambiemos) moneda en el sistema formal.
Por supuesto, se puede alegar que esa misma falta de controles y garantías es su mayor debilidad: si a uno le pasan “gato por liebre”, después no queda otra que llorarle a Magoya.
¿Pero qué incentivo tienen los “arbolitos” en generar desconfianza? Al contrario, la solidez de su negocio está en la agilidad y la confiabilidad de su transacciones.
Intuitivamente podría pensarse que los cambistas formales deben presionar y protestar para que se apliquen controles más rigurosos al sistema informal. Sin embargo, la realidad funciona en forma contra-intuitiva: no solo que no parecen existir presiones y protestas contra la existencia del sistema para-legal… ¡sino que además la fomentan! Alguna vez, especialmente cuando se quiere o precisa cambiar sumas irrisorias, en la misma Casa de Cambio te sugieren, con una guiñada cómplice, que vayas al Microcentro…
Podría seguir extendiendo esta columna un poco más, pero recién me fijé la hora, y recordé que debo salir a hacer una compra por la calle Florida…






martes, 26 de septiembre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.



Este viernes que viene se está cumpliendo mi segundo mes de vida en la “Ciudad de la Furia”. Al igual que un mes atrás, día a día sigo descubriendo y conociendo nuevos aspectos, lugares, personajes, y costumbres de esta ciudad inconmensurable, inabarcable, y cosmopolita.
Con el paso del tiempo, es inevitable, se produce acostumbramiento y se comienza a perder el deslumbramiento inicial. Si pasa en las relaciones personales, ¿cómo no va a pasar con los lugares?... pero la escala de esta ciudad es tan grande, que aun cuando recorro calles que ahora se han vuelto parte de mi rutina, de vez en cuando, me descubro mirando con admiración algún edificio de comienzos del siglo XX. Para sorpresa propia, agrego, porque nunca he sido especialmente sensible ante la arquitectura.
Como comentaba la vez pasada, la sensación que me da al estar acá, es la de no estar del todo en el extranjero. No es solo la historia la que nos une y hermana. La geografía también. Basta pensar que a cualquier montevideano le lleva menos tiempo venir a Buenos Aires, que viajar a cualquier departamento al norte del río Negro. ¡Ni que hablar los colonienses! En su caso, están a 50 minutos del centro de la capital argentina, y a dos horas y media de la Plaza Cagancha.
Y lo mismo sucede reflexionando a la inversa. Salvo La Plata (capital de la Provincia de Buenos Aires) y Rosario, Montevideo queda más cerca que el resto de las grandes ciudades argentinas: Córdoba, Tucumán y Mendoza. Y en tiempo de viaje, lleva más o menos lo mismo viajar a Rosario que a Montevideo.
En síntesis, tenemos una historia común, una geografía, una cultura y una lengua compartida que nos unen y hermanan, y eso se nota.
Por supuesto que hay diferencias. Pero a la mayoría, uno se acostumbra. Sucede con los modismos y localismos, por ejemplo.
Micro y colectivo me resultan mucho más prácticas que nuestro interminable ómnibus, y más simpática que el anodino bondi montevideano. Llamar tortuga o pebete al tipo de pan usado en nuestros choripanes me resulta en todo intrascendente, al igual que decirle facturas a nuestros bizcochos. Mientras que a la caldera le sigo diciendo caldera y no pava, especialmente porque no suele ser centro de casi ninguna charla, ni la denominación, ni la tenencia, ni el uso de la caldera/pava.
Apartamento y departamento son intercambiables, al igual que pileta y piscina, y refresco y gaseosa. Tampoco se precisa ser lingüista para saber a qué se refieren cuando hablan de la obra social y las expensas.
Sin embargo, hay algunas palabras a las que definitivamente no me acostumbro. O decididamente prefiero las nuestras.
Me pasa con batata, palabra a la que le falta la dulce tosquedad de boniato, que, además, me da la impresión que resume mucho mejor la característica del sencillo tubérculo. Lo mismo me sucede con zapatillas, que me suena desabrida y sin gracia, frente a nuestro clásico y provinciano championes.
Pero la peor de todas. La más horrible a mis oídos (y vista), es el sándwich de milanesa. Un verdadero atentado lingüístico-culinario. ¡Un sándwich es un refuerzo de jamón y/o queso en pan de miga!... como mucho un olímpico, que lleva lechuga y tomate. Llamar sándwich a la milanesa al pan, es reducirla, rebajarla, desclasarla, restarle contundencia. Por eso es que, desde que llegué, no he comido ni una milanesa al pan. Simplemente me niego a entrar a un boliche y pedir “deme un sándwich de milanesa, por favor”, creo que me sentiría bastante ridículo.
Aunque, ahora que lo pienso, tal vez tendría que hacer la prueba de entrar un día y pedir una milanesa al pan, en una de esas, hasta genero una movida y los hermanos argentinos adoptan nuestro uso.
Pensándolo bien, eso sería algo joya.